sábado, 14 de diciembre de 2013

Altruismo y tristeza

“El caso es que me afectan las cotidianas tristezas, 
la de los supermercados, la del metro y las aceras, 
también las que me quedan lejos, 
las de los secos desiertos, las de las verdes selvas.

El caso es que me parecen buena gente, 
algunos luchadores del ocaso, 
que se parten el pecho por ser escuchados, 
que morirán en alguna esquina, tiroteados.

Quisiera ser más listo, pasar de largo, 
saberme libre de culpa y limpio de pecado, 
y ser alma caritativa, María Goretti o santa, 
sufrir sólo un poquito, sólo lo que Dios manda.”

Ismael Serrano, Ya quisiera yo.

En todo tiempo existe un instante donde los contrastes hacen invivible cualquier historia, momento en  que nos “afectan las cotidianas tristezas”. Desconozco si esto corresponde a una manifestación etarea o social, sólo parece posible afirmar que existen personas más indiferentes que otras, o quizás selectivamente indiferentes. Por ejemplo, cómo podría atender o intentar manifestar mi sentimiento a propósito de los diferentes problemas de las salmoneras, si no me interesan, tanto como la inequidad en temas de acceso a la información. Probablemente esto ocurre a diferentes escalas, donde lo vacuo y dramático coexisten.

Estas sinceras penas se trasladan a planos personales, nos interrogan a propósito de nuestros logros. Nos interrumpen y preguntan por su costo. Quizás es allí cuando comenzamos a expeler nostalgia por nuestra infancia. Nos enfrentamos a los problemas de los hombres, o más bien a las decisiones de los “adultos”. Te das cuenta que nunca creíste que habría un día en que te sumarías al sistema de un modo tan convencional. La “paideia” acabó, es el momento de practicar todo lo aprendido en planos etéreos. Ahora cada uno de los valores se muestran desnudos y a veces deshumanizados, esperando una nueva carga interpretativa.

Se desprende de todo este conflicto interno la necesidad de solucionar algunos problemas. Por lo general partimos a latitudes distantes, aquí aparecen donativos o voluntariados, todos como alternativas para salvar un mundo. El problema se convierte posteriormente en una indiferencia interna, desconocemos que el único modo de sentir por otros es habiendo conocido algún tipo de dolor. Olvidamos que en nuestro entorno y en nosotros mismos también hay crisis severas.  Cabe preguntarse por el costo de cada decisión, algunos asumimos cargar con la crisis interna, intentamos superar las cuestiones que afectan a nuestra familia, dentro de lo que cada uno considera posible – y con todas las complicaciones que aquello trae–. A veces dedicamos horas al trabajo comunitario, a una escala barrial, en la comunidad de una villa o edificio. Quizás cada uno debería saber elegir una alternativa que logre sobrellevar bien, y dejar de aspirar a “sufrir sólo un poquito, sólo lo que Dios manda”, aunque sólo eso quisiéramos.

martes, 10 de diciembre de 2013

En esta pampa inmensa es tan fácil desaparecer

En esta pampa inmensa es tan fácil desaparecer
Frente al paisaje incierto y monótono

El sol y el calor cubren todo
La piel rojiza, y luego oscura
Se reseca como la chusca

Al norte de Huara, interior de Iquique, son conocidos los tamarugos replantados, de esa antigua pampa que alguna vez tuvo árboles. Allí también se explotó el salitre, encontrándonos con todo un mundo derruido y saqueado hasta el último trozo de madera y acero. En este lugar quedan las ruinas, improntas y las basuras –desechos históricamente resguardos por la chusca–, donde aún persiste el deambular de los pampinos fantasmas, entre cada una de los surcos marcados por el paso asoleado de cada calichero. Estas huellas son notorias en el paisaje, a veces parten desde las mismas oficinas en dirección a las calicheras, estas últimas próximas o bastante alejadas. En las calicheras –similares a una superficie lunar–, aparecen los pozos o piques –muchos de los cuales expresan una particular organización de los grandes bloques de costra en su entrada–,  sobre una significativa trama de senderos y huellas de carreta, las que luego empalman con el rastro superficial de antiguas líneas férreas –ya desmanteladas–. Los lugares transitados muchas veces muestran evidencia del paso del pampino, sea por un tarro o el fragmento de una botella de vino o soda. Las evidencias son elocuentes. También se distinguen basurales, allí la vida se muestra a través de objetos fragmentados, restos de tela, o huellas de animales faenados. Gran parte de la vida, digerida por sus actores, quedo contenida en ese lugar.


Las viviendas fueron erguidas con costra –al igual que la arquitectura vista en las calicheras–, correspondiente a una concreción de sales muy dura, ubicada entre la chusca y el caliche. Estos fragmentos eran organizados como bloques cuadrados o rectangulares –pero sumamente irregulares–, utilizando una amalgama –al parecer–, entre chusca y agua. Las paredes aún muestran rastros de pintura, rompiendo las tonalidades del desierto. En ocasiones es posible encontrar restos de totora, correspondiente a los techos de algunas viviendas. Con mucha más suerte, en áreas abiertas, se advierten las cañerías de cerámica que irrigaban las oficinas. Desde ellas salen sendas improntas de tren y huellas de carreta, habitando así el desierto, con trazos que dibujan el escape en una dirección interrumpida por la incertidumbre. 

Oficina Salitrera Santa Rita

jueves, 17 de octubre de 2013

Una arqueología sin necesidad de tiempo

Recientemente escribía sobre pescadores prehistóricos y actuales, por supuesto que lo hacía desde una perspectiva que intentaba acercarse a lo académico –cuestión que aún no logro con toda cabalidad– cuando aparecieron a través de diferentes lecturas, las bases que unirían ambas dimensiones temporales. Tuvo que ser el extracto de una novela de Paul Auster, particularmente Leviatán, donde María –el personaje principal–, es descrita como una investigadora –una distinción más a su condición de artista–, que acumula pistas materiales desentrañando a sus víctimas al estilo de un detective, propio de la novela negra. Pero esto no es todo, Auster se refiere a su actividad como una “arqueología”. Todo comienza a tomar sentido al advertir lejos lo más importante. No sólo el pasado amerita una arqueología. Esta disciplina, estudiosa de la cultura material, por tanto objetos cargados de sentido, es requerida en la actualidad, quizás como la única manera de comprender el modo en que interactuamos con esos otros actores –los no-humanos como diría Bruno Latour, donde por cierto también ha de ser incluida la naturaleza– sin los cuales no habrían logrado sobrevivir las comunidades del pasado, como tampoco las del presente.

Nos enfrentamos a las pistas dejadas por los hombres –sus rastros– pero también a cada uno de los elementos que cargan consigo –a su ropa, herramientas–. También interesa conocer el orden de las cosas. Es decir, donde encontramos cada objeto, cómo se utiliza, como es pensado y conversado por las personas. Esto último es de suma importancia, porque en la actualidad sería bastante burdo analizar un tenedor del mismo modo que lo haríamos con un hacha prehistórica. Para el primero existe un catálogo, donde se expresa su proveniencia y materiales constructivos –por mencionar algunos rasgos básicos–. ¿Entonces qué nos interesaría saber de los objetos? ¿Cómo nos aproximaremos a ellos? Y la respuesta se encuentra en la conversación, pues pareciera que de esa manera organizamos el mundo. Por un lado ese cubierto fue parte de un juego traído por los abuelos desde Austria. Por otro el servicio que heredaste de tu madre. Después el tenedor que desentona con las nuevas piezas, al ser de un metal noble, respecto de los comprados en una tienda juvenil (metal y plástico). Por último está relegado al fondo del cajón, sin par ni combinación posible –quizás sólo conservado como recuerdo–. 

Al menos logramos conocer que corresponde a una pieza que no es sólo utilitaria, constituye recuerdos y proveniencias rastreables a través del tiempo. También podríamos acceder al análisis de su estilo e indagar cuánto comparte del diseño de su época, las virtudes de su metal, etc. En cierta medida podríamos aproximarnos al análisis que se hace de un objeto prehistórico, con la diferencia que no necesitamos desentrañar su funcionalidad, ni tampoco su posición dentro de un marco conceptual básico: es un tenedor y todos o la gran mayoría comprende en qué contexto se ocupa y para qué sirve. 

Habiendo sentado la necesidad de una arqueología del presente, viene el desafío de contar esta historia del mejor modo posible. No como un libro que luego será recitado de memoria por algún catedrático que año a año repite lo mismo sin comezón. Pienso más bien en personas de a pie, en gente que a veces requieren de arqueología en su vida. Me pregunto ¿Quiénes? Y pienso un millón de respuestas posibles…

domingo, 13 de octubre de 2013

Invitación al simposio "El juego del otro. La hibridez y traslape disciplinario..." VIII Congreso Chileno de Antropología

Hola a todos! Junto al colega Javier Hernández queremos invitarlos a participar del simposio "El juego del otro. La hibridez y traslape disciplinario..." a realizarse en el próximo VIII Congreso Chileno de Antropología, en la ciudad de Arica durante el 11 y 15 de noviembre del presente año. Queremos juntar el máximo de ponencias, provenientes de disciplinas afines (p.e., arqueología, antropología social antropología física, historia..), en las cuales la orientación teórica o práctica se encuentre fundada en la hibridez disciplinaria, sin que esto se confunda con el trabajo interdisciplinario. 

Queremos de este modo generar un espacio donde cada investigador narré su interpretación a partir de roles disciplinarios que quizás nunca pensó integrar o que de alguna u otra manera a sumado a su diario quehacer, sin que detrás de aquello medie una previa formación académica. Esta circunstancia es uno de los grandes desafíos que hoy impone la velocidad de nuestros tiempos, alternando responsablemente especialidades cuando se han requerido su mirada. Los casos de esta hibridez son variados entre arqueólogos y antropólogos sociales, incrementando las posibilidades de la antropología general, como una herramienta potencial en la lectura y búsqueda de soluciones, en un mundo actualmente tan convulsionado. 

Más abajo el resumen del simposio. Desde ya quedamos atentos a todas sus preguntas e inquietudes! Ojalá participemos todos los que podamos! No olvidar que los resúmenes de ponencias deben ser enviados hasta el 25 de octubre a los coordinadores del simposio.

El juego del otro. La hibridez y traslape disciplinario como potencial de conocimiento antropológico


Coordinadores:

Felipe Fuentes Mucherl
Arqueólogo, Universidad Bolivariana.
Programa Magíster en Antropología, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Felipe.fuentes.mucherl@gmail.com

Javier Hernández
Arqueólogo, Universidad de Chile.
Programa de Doctorado, Universidad Católica del Norte - Universidad de Tarapacá.

El presente simposio busca acoger iniciativas que apelen a establecer comunión entre las interpretaciones de la cultura material, los diálogos y la documentación escrita –por mencionar los temas más conocidos – tal como si uniéramos arqueología, etnografía e historia. Esta es una realidad posible –pero muy poco tocada– existiendo por lo general distancia y escasa comprensión de la potencial interrelación de estos campos. Todo parte de las supuestas restricciones temporales que envuelven a cada una de estas especialidades, entendidas por el común de la gente como prehistoria, historia y presente. No obstante, lo medular es el énfasis que realizan en sus áreas, siendo posible hoy analizar objetos, a partir del dialogo etnográfico, en cruce con la evidencia documental, sin mayor problema.

Es importante aclarar, que no nos referimos a una especie de trabajo interdisciplinario. Hablamos de una integración mayor –una involucración– donde por ejemplo un arqueólogo y etnógrafo llevan a cabo el juego del otro. Qué mejor que la intencionalidad de un arqueólogo en la búsqueda del sentido de los objetos, más aún si logra conocer de voz de su propio usuario el significado de dicha pieza. O viceversa ¿Cómo piensa el etnógrafo el silencioso contenido de un contexto doméstico abandonado?

El antecedente del trabajo mancomunado existe, pudiendo ser revisadas diferentes experiencias que avalan técnicas y métodos para este tipo de estudios. La meta se encuentra en superar la brecha cronológica, en disipar los prejuicios informativos entre distintos tipos de fuentes, avalando de este modo la textualidad que estos evocan con la misma legitimidad.

De este modo, el simposio convoca a reaccionar, a plantear etnografías, resultados de excavaciones, o reflexiones históricas con objetivos y métodos híbridos, reflejo de la inquietud camaleónica, la sed díscola y propositiva que envuelve a la antropología avanzado el siglo XXI.

Otros link:


domingo, 2 de junio de 2013

Algunos alcances en cultura, identidad y patrimonio

Vendedor de Congrios, Taltal. Archivo Museo Augusto Capdeville.
¿Cómo distinguimos entre cultura, identidad y patrimonio? Los tres conceptos, muchas veces son utilizados indistintamente, y en verdad depende del contexto en que se sitúen. Considerando lo anterior, y de modo bastante práctico, cultura podría comprenderse como todo lo que hacemos; identidad la manera de distinguirnos entre nosotros (colectiva e individualmente); y patrimonio un hito material o intangible, el cual es valorado por un grupo con fines memoriales.

La distinción conceptual, fruto de esta triada no busca distinguirse como definitiva, ni mucho menos como la más pertinente, sólo invoca un afán práctico y operativo. De este modo, por ejemplo, un iphone puede ser comprendido como producto de nuestra cultura, distintivo de personas con gustos o tendencias geek, y patrimonial en la medida que es un objeto que ha logrado traspasar una frontera tecnológica, marcando así un hito significativo en la manera en que las personas se comunican. No quiero ser exagerado en esto último, pero muy probablemente las potencialidades tecnológicas de artefactos como el iphone, son lo suficientemente elocuentes como para compartir un espacio junto al telégrafo u otro tipo de producciones culturales similares.

Tomándonos de lo anterior, podemos advertir que los conceptos cultura, identidad y patrimonio, en muchas ocasiones son parte o dimensiones de un mismo objeto o manifestación humana. No olvidemos que “caminar”, como lo hacemos, posee una connotación cultural, al mismo tiempo que te distingue como parte de un grupo. El caminar, asumido como un elemento patrimonial puede ser, a los ojos de alguien poco observador una cuestión invisible, pero no debemos olvidar la importancia que ha tenido en la historia de la humanidad la valoración de pisadas fósiles encontradas en distintos contextos paleoantropológicos de África (donde se advierte el nacimiento del hombre moderno).

Por último, intentando esbozar una síntesis operativa, cultura, identidad y patrimonio son parte de un mismo manojo conceptual, matizado según la necesidad de quien los ocupe. No obstante, un problema reciente, deriva del uso indiscriminado de estos conceptos, en los cuales no se hacen distinciones, arrastrándolos a una retórica muchas veces carente de precisión y bajo una escasa capacidad reflexiva, cuestión necesaria cuando hablamos de lo que fuimos, somos y seremos.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Configurando un pueblo de mar: una etnografía de los recuerdos




“...doña Lucita respondiendo a mi curiosidad me contesta y me dice: van a las machas… y me acerco a los últimos que van en el grupo… y voy caminando con ellos, digamos a la boca de la laguna en el mar, y doblamos hacia el norte, frente al Cerro Colorado, y uno de ellos dice, allá viene el banco de arena… al principio no vi nada, pero me di cuenta que en un sector del mar, a unos 30 o 40 metros, las olas no son como las otras olas, las olas son bajitas, como si estuvieran cayendo sobre la orilla, parece que debajo de ellas había poco trecho, entre la superficie y la arena.

Los hombres se desvisten y quedan con unos pantalones cortos, pantalones viejos cortados… las mujeres también se desvisten pero debajo tienen enaguas, vestidos viejos, y entran… Yo he preguntado si puedo entrar y me han dicho que sí… de repente estas bien abajo, de repente te topas con un cerro de arena, subes y te quedas arriba del agua.

Observo a doña Rosa Tuta, es maciza, y ella enterraba un palo en la arena, está sujetandolo con las manos y empieza a mover los talones, hendiendo la arena, y al mover los talones, se mueven las caderas, y al moverse las caderas se mueven los codos y los brazos, y los hombros, y es una danza… y se convierte en una gran bailarina, con mucha gracia, y de repente se agacha, saca una macha, mucho más grande y más bonita… y la echa al quíñimo.

Y así, observo y veo que todo el banco de arena se ha convertido en un escenario, en una danza bellísima, y a cada rato alguien se agacha y saca una macha y la echa al quíñimo”. 
(extracto de uno de los relatos expuestos por A. Recasens durante su reciente conferencia).

¿Cuántos antropólogos logran figurar las imágenes, nombres y detalles de su experiencia de campo en una conferencia? ¿Cuántos? No es una virtud masificada, ni tampoco algo que se adquiera sólo con formación antropológica, más bien es fruto de una serie de ensayos y reflexiones que logran forjar a este tipo de profesionales.

Esta actitud es reconocida en antropólogos como Andrés Recasens, quien en su rebautizada conferencia: “Configurando un pueblo de mar: una etnografía de los recuerdos”, realizada en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, en el marco de la Cátedra “Recursos, mercancías y culturas del mar en Chile” (28 de agosto del 2013), reafirmó esta virtud.

Esta “… etnografía de los recuerdos” fue fiel a su estilo, entregando distintas apreciaciones metodológicas, las que hizo coincidir con distintos relatos, muchos de los cuales se unen o superponen a un paño común, donde la localidad de Cáhuil revive sus vivencias.

Tres planos, como un método de acercamiento, es una de las primeras lecciones. Recasens, tal como lo advierte, los asemeja al cine. Primero se refiere a un plano abierto, donde observamos todo lo relativo a nuestro tema de investigación; otro contextual, en que apreciamos las relaciones de nuestro objetivo con su entorno a una escala intermedia; y por último un plano de detalle, circunstancia en que apreciamos justamente lo que deseamos estudiar. Importante es la mención que realiza Recasens, cuando nos sugiere precaución para cuando aislemos o elijamos nuestro tema de estudio, destacando lo sensible de “cualquier corte en el material del mundo”.

Para definir los límites de un área nos aconseja considerar la toponimia de los lugares y sus historias asociadas, contorneando los pueblos a partir del relato de las personas, restando así determinación a las fronteras oficiales, frente a las culturales.

En medio de sus relatos etnográficos, nunca descuidó los diálogos y nombres de cada uno de sus interlocutores, afirmando que el etnógrafo, a diferencia de “el lobo de la caperucita roja”, sólo debía tener los ojos y orejas grandes, destacando que “el silencio que produce el escuchar, hace que el otro hable”.

Cuando se refirió a la “identidad”, tomando como ejemplo a la familia que administró “La Pensión Llanca”, Recasens comenta que “no sólo vivía(n) hacia adentro del pueblo, sino que vivía(n) hacia adentro de la familia”, marcando de este modo un singular punto de vista. Aquí distinguió la existencia de la “identidad familiar”, destacando el hecho de que “el grupo de referencia es el (mismo) grupo de pertenencia”.

Resalta con sus relatos, la dignidad del hombre de pueblo, que se encuentra en directa relación su autoestima y el bajo perfil que otorga al extranjero en su tierra. Dentro de esto también reluce la existencia de los “espacios socialmente vinculantes”, correspondientes a los lugares y momentos de agregación que ocupan los mareros, distinguidos como delicadas instancias, que al ser vulneradas por fuerzas exógenas hacen reaccionar al pueblo en masa.

Recasens nos inculca la gracia y potencia de la etnografía, nos rodea de anécdotas, a veces poco perceptibles, las cuales hacen el día a día del etnógrafo. También nos marca con su narrativa, tras la cual se conserva de una manera muy práctica y sensible el método etnográfico y la total reflexión antropológica. De cada uno de los episodios narrados, renace el espíritu de una conversación, la casa de una familia o el nombre de una persona. El delicado trato que hace Andrés Recasens de sus múltiples observaciones en la costa de la zona centro sur de nuestro país es hoy el antecedente de una línea litoral arrasada por muchos cataclismos, y desde hoy una página en blanco para nuevos etnógrafos.

sábado, 11 de mayo de 2013

Crianceros en la cordillera de Copiapó


Recordé que uno de los más importantes esfuerzos, a mis ojos, de la zoo-arqueología argentina, en lo que se refiere a la explicación de los contextos prehispánicos, estuvo representada en el estudio de las comunidades pastoriles actuales.

Esto no sólo fue un ejercicio práctico, sino la búsqueda de parámetros locales que permitieran fundar una perspectiva sudamericana propia.

Pensando en esto, he tenido la posibilidad de encontrarme con una grata sorpresa. Si bien, en nuestro país no todos los contextos pastoriles actuales (p.e., crianceros, arrieros y campesinos) permiten aproximarnos a realidades indígenas pasadas, el caso de la cordillera de Copiapó con sus crianceros, nos permite estar demasiado cerca. El detalle que gatilla el click es el siguiente: movilidad residencial, preparación de campamentos (en gran medida con materias primas locales) y quizás algo bastante interesante: el consumo de animales bajo técnicas registradas arqueológicamente (p.e., marcado perimetral en huesos para consumo de médula).

Todo esto puede parecer quizás un conjunto de evidencias muy esquivo, pero la excavación de contextos prehispánicos donde estas recurrencias aparecen, nos hablan de un modo "común" de ocupar la cordillera de Copiapó, con similitudes con su pasado.